HIPERSEXUALIZACIÓN
Hipersexualización es un vocablo de reciente adopción en el ámbito de la teoría feminista como atributo de definición de lo femenino. Supone un neologismo empleado para exacerbar la acción y efecto de sexualizar, que el DRAE define como “conferir carácter o significado sexual a algo”.
En esta línea, el término hipersexualización describe dos realidades interrelacionadas: una posición social imperante de la sexualidad y su preeminencia como atributo caracterizador.
En el primer caso, la hipersexualización hace referencia a un conjunto de prácticas, situaciones y actitudes que caracterizan a la sociedad contemporánea, como un inicio precoz a la actividad sexual, el acceso y consumo de (ciber) pornografía. La banalización del sexo y de determinadas prácticas marginales- por ejemplo, las agresiones sexuales en grupo-, la pérdida o traspaso de referentes en las relaciones emocionales y sexuales, así como una representación del cuerpo y la sexualidad en los contenidos mediáticos cada vez más explícita.
Esta excesiva presencia y relevancia de los atributos sexuales en medios de comunicación, publicidad u otros contenidos de entretenimiento, como los videojuegos, ha dado lugar a la acepción más frecuente de hipersexualización: la práctica de conferir y destacar el carácter sexual de algo, pero, sobre todo, de alguien.
Más allá de su referencia en determinados ámbitos como la animación (por ejemplo, en el caso de los personajes de Disney), los juguetes (en muñecas como la Barbie), los juegos de rol o los videojuegos, el término hipersexualización suele aplicarse a las representaciones sociales y mediáticas.
Así, la hipersexualización supone la práctica de enfatizar las características sexuales de las personas ponderándolas e, incluso, obviando otro tipo de cualidades. Por extensión, esta voz se refiere a la tendencia de los medios de comunicación y la publicidad de emplear estrategias centradas en el cuerpo con el propósito de seducir.
Algunas de estas estrategias son la fragmentación de los cuerpos o el empleo de atuendo que resalten aquellas partes con mayor atractivo sexual (escote, prendas ceñidas, transparencias, etc.), transformaciones corporales orientadas a potenciar las características sexuales (retoques en pechos o labios, depilación, etc.), posturas poco naturales o exageradas (movimientos de caderas o apertura de labios y piernas) y comportamientos orientados al placer del otro (posición de entrega sexual, sugerencia de determinadas prácticas, etc.).
Si bien existe una tendencia a la hipersexualización de personajes públicos, desde personalidades de la política a intérpretes, cuyas fotos utilizan los adolescentes como decoración, son las mujeres quienes se sitúan en el foco de dicha estrategia de sexualización.
Los medios de comunicación y la publicidad han encumbrado la belleza femenina sobre otras cualidades y logros, convirtiendo a las mujeres en cuerpos perfectos, erotizados, despojados de toda subjetividad e individualidad. Desde esta perspectiva, la hipersexualización puede vincularse a conceptos previamente existentes en la teoría feminista como cosificación, que define y ataca los mecanismos reduccionistas que confieren a las mujeres categorías de objetos, o mujer objeto, entendidas como sujeto pasivo que existe en tanto objeto de deseo y placer visual.
Las estrategias de corporalización y sexualización de la imagen femenina influencian especialmente a las jóvenes, afectando tanto a su ideal de belleza como a su concepción de la seducción o el acceso y experimentación de su sexualidad.
Paralelamente, se acusa una tendencia a la hipersexualización de la infancia, entendida como la erotización del cuerpo o la exaltación de los atributos sexuales de las niñas. Cada vez es más frecuente la representación de las niñas como pequeñas mujeres y, por tanto, afectadas por los mismos patrones de belleza y atractivo sexual. Esta sexualización de cuerpos prepúberes se ve reforzada por el maquillaje, atuendos que subrayan sus atributos sexuales o determinadas posturas y movimientos.
La exacerbación de los atributos sexuales también ha marcado la consideración social de las mujeres negras o latinas en la cultura occidental. Su hipersexualización perpetúa creencias como la posesión de una sexualidad más activa que alimenta los sueños eróticos masculinos y las relega a determinados roles.
De hecho, la hipersexualización de la imagen de las mujeres y su reducción a meros cuerpos, objetos de deseo, constituye un mecanismo central de violencia simbólica.
(Teresa Piñeiro. Breve diccionario de feminismo. Rosa Cobo y Beatriz Ranea (eds). Ediciones Catarata. Madrid. 2020)