De Oliva Sabuco se sabe con certeza que es la quinta hija de los nueve que tuvo el bachiller de farmacia y boticario Miguel Sabuco Álvarez con Francisca de Cózar. Oliva Sabuco nace en Alcaraz (Albacete) a finales de 1562 y fallece en torno a 1629. Sabemos también que a los 18 años se casa y que disfruta de una buena posición económica. Su formación debió de ser en gran medida autodidacta y muy probablemente la recibió en casa a través de tertulias organizadas por su padre y del libre acceso a la biblioteca familiar. No obstante, en su obra de 1587- nueve años antes del nacimiento de Descartes- que lleva por título completo Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos: la cual mejora la vida y la salud humana, exhibe un conocimiento profundo de lenguas y autores clásicos (parte de la obra está redactada en un muy cuidado latín).
Los paralelismos de esta obra con la propia vida y obra de Descartes resultan curiosos. Para empezar, la preocupación por las cuestiones médicas que tienen ambos. Oliva Sabuco confiesa en su obra que nunca estudió medicina, a pesar de lo cual considera que está “errada la medicina antigua que se lee y estudia en sus fundamentos principales”. Y la medicina se confunde porque tiene un concepto equivocado de la naturaleza humana, un concepto que procede de la filosofía antigua. Oliva Sabuco le da a su obra el formato de diálogo platónico en el que cuatro interlocutores, Antonio, Rodonio, Veronio y un Doctor, platean preguntas al que oficia de Sócrates, que las va respondiendo desgranando la doctrina que la autora quiere exponer. La obra contiene cinco diálogos, dos dedicados a materias científico-filosóficas y tres a cuestiones médicas. En los diálogos filosóficos se abordan cuestiones cosmológicas, éticas y políticas.
En la obra de Oliva Sabuco el hombre es concebido como un microcosmos gobernado por el cerebro en el que desempeñan un papel importante los afectos y el sistema nervioso para explicar los estados físicos y mentales. Con constataciones que recuerdan a las de la contemporánea psicología cognitivo-conductual, se establece un estrecho lazo entre el pensamiento y el sentimiento, de manera que un malestar psíquico ocasionado por ideas negativas- hoy diríamos pensamientos negativos automáticos, racionamiento emocional, etc.- puede producir incluso la enfermedad corporal hasta ocasionar la muerte en casos extremos. Los afectos más negativos detectados por Oliva Sabuco son el enojo, la tristeza, los celos, la desgana o pereza, las ganas de venganza, el miedo y la desesperanza. Estos afectos negativos han de contrarrestarse con afectos positivos contrarios como la alegría, la amistad, la esperanza, que son fundamentales para llevar una vida sana. También la música agradable contribuye a mejorar el estado de ánimo y con él, la salud, recomendación con la que Oliva Sabuco se adelanta a las más modernas técnicas de musicoterapia. Como la más contemporáneas de las coach, aconseja la conversación agradable, el ocio creativo- terapia ocupacional, diríamos hoy-, el paseo por la naturaleza, los aromas agradables- aromaterapia- y, en general, la eutrapelia, esto es, la diversión moderada. En este punto recuerda mucho su libro a la correspondencia mantenida por Descartes con Isabel de Bohemia, en la que el filósofo propone a la princesa remedios contra la tristeza.
La comunicación entre la mente y el cuerpo se realiza a través de una sustancia descubierta por la propia Sabuco, a la que denomina “chilo” o “xugo” blanco, que haría las veces de moderno neurotransmisor. Se adelanta con ello considerablemente a los espíritus animales de Descartes y a científicos posteriores que se servirán de su descubrimiento sin nombrarla.
Mucho más moderna que Descartes se muestra Oliva Sabuco en su apreciación y reconocimiento del psiquismo animal. Los animales, emparentados con nosotros, poseerían también una vida afectiva compuesta de emociones y sentimientos. Sobre este concepto, mucho más actual que el cartesiano que considera a los animales como especie de autómatas incapaces de experimentar dolor, podrían construirse las modernas teorías éticas que defienden también la existencia de derechos de los animales y la protección de éstos frente a las torturas a las que con demasiada frecuencia los sigue sometiendo el hombre.
(Agustín González Ruiz y Fernando González Ruiz. Historia de la filosofía. Editorial Akal. Madrid. 2009)